Reseñas presentadas en el marco de la emisión Vida Calesita, todos los lunes de 21 a 22hrs por RADIO OREJA.

martes, 21 de abril de 2015

Dear White People

De Justin Simien. Con Tessa Thompson, Brando P Bell, Teyonah Parris, Tyler James Williams, Kyle Gallner, Denis Haysbert. Estados Unidos. 2014. 





Es la película que hizo sensación en la edición 2014 del festival de cine independiente Sundance, llevandose el Premio del Jurado del festival. Dear White People, del estadounidense Justin Simien, fue financiada mayormente gracias una plataforma participativa. 

Pasa en el campus de una prestigiosa universidad estadounidense ficticia. Sam White, estudiante de tercer año, tiene un programa de radio llamado Dear White People en el cual denuncia el racismo hacia los estudiantes afroamericanos, escondido en pequeños actos cotidianos, programa que cristaliza muchas tensiones en el campus. 

La forma de Simien de tratar del racismo es interesante en la medida de que abarca a muchos aspectos de la discriminación, desde la negación del fenómeno por el presidente de la universidad hacia la denuncia de actos que pueden parecer no relevar del racismo en su definición más pura – como la denuncia por Sam de que los blancos siempre quieren tocar el pelo de los negros. Dear White People describe el racismo en todas sus matices, como un arco-iris de posición y de sentimientos al respeto, como el arco-iris de los colores de la piel de los cuatro protagonistas, demasiado o no lo suficiente negra según cada uno. Porque el segundo eje de la trama de Dear White People, es la cuestión de la identidad y de lo que significa ser un afroamericano hoy en día en los Estados Unidos dirigidos por Barack Obama, lejos de las grandes luchas de Martin Luther King. 

Dear White People es una comedia que trata de nutrir nuestra reflexión filosófica desde el tono humorístico balanceando entre clichés y problemáticas serias de nuestro tiempo.  Los eventos y actos denunciados pueden parecer irrisorios pero con el eco, sin ir hasta los últimos asesinatos de afroamericanos en Estados Unidos, como el que sucedió la semana pasada por ejemplo que relevan ahí claramente del racismo en su definición más estricta, pero por ejemplo de la polémica de la poca presencia de artistas negros en la selección para los Oscars, Dear White People suena terriblemente relevante. 






jueves, 2 de abril de 2015

Garden State

De Zach Braff. Con Zach Braff, Natalie Portman, Peter Sarsgaard. Estados Unidos. 2004. 




Garden State tiene todos los ingredientes de una buena película independiente estadounidense. Una linda historia de amor, una banda sonora llena de pequeñas perlas de la música under de Estados Unidos, y unos de esos personajes locos porque son libres, porque no les importa nada, porque son diferentes, esos personajes que admiramos por su espontaneidad. Sam es uno de esos. Encarnada de manera brillante por una Natalie Portman que parece de diez años menos, seduce por su locura tierna, su ingenuidad, su carácter de mentirosa que admite haber mentido a las dos horas porque no se lo aguanta. 

Braff hace un retrato cruel pero siempre razonable de la vida de estos pueblos donde no pasa mucho, donde la juventud toma y se droga y espera a que se les pase la vida, que tengan plata o no. Garden State plantea el vínculo que tenemos con nuestro hogar de niño, como lo huimos o al contrario, como se nos hace imposible dejarlo. 

Lo que sublima la película es su humor, discreto, suave, escondido en unos planos sin que sea necesario comentarlos. Si bien la filosofía de la película está expresada a través de diálogos un poco tibios entre los dos protagonistas, el humor, el, se encuentra mayormente en la imagen y es lo que hace Garden State tan deliciosa. Sonreímos del principio al final. 





De Rouille et d'Os

(De Oxido y Hueso). De Jacques Audiard. Con Marion Cotillard, Matthias Schoenaerts, Armand Verdure, Cèline Salette, Corinne Masiero. Francia. 2012. 



Amputan de las dos piernas a Stèphanie, una joven domadora de orcas, después de un accidente- Conoce a Ali, un papa a cargo de un niño de cinco años, que suma pequeños laburos y combate ilegalmente en peleas callejeras.

Ali es un antihéroe, brutal, casi animal. Necesitará estar a punto de perder lo que más valora en la vida, en una escena que es particularmente fuerte y desesperante, para realizar lo que realmente quiere y necesita. 

La relación entre los dos protagonistas se construye en un entorno violento, se suman la violencia de una situación social precaria, la violencia psicológica de la situación de Stéphanie, presa al principio de su silla de ruedas, la violencia de las peleas callejeras. Pero esta violencia es, de una cierta forma, la puerta a la libertad, que es definitivamente lo que buscan estos personajes. 

Es una historia de amor, sin ninguno de los códigos de las películas de romance. Audiard rompe el romanticismo. La vida real y sus dificultades invaden y contaminan los sentimientos. La fotografía es hermosa. La luz del sol y el baile del agua turquesa endulzan la dureza de las situaciones. Y la precisión de la dirección de Audiard nos lleva a querer desesperadamente que los personajes encuentren esta libertad a la cual aspiran.  






Tom à la ferme

(Tom en el Granero). De Xavier Dolan. Con Xavier Dolan, Pierre-Yves Cardinal, Lise Roy. Canadá. 2013. 



Es la ante última película de Xavier Dolan, este genio precoz que con solo 26 años, ya dirigió 5 películas. Y probablemente es la que se destaca de su filmografía por ser muy distinta a las anteriores. Tom à la ferme es una especie de thriller psicológico cuya lentitud y cuyos silencios hacen crecer la angustia del espectador. 

La película se abre con Tom, redactando una nota de despedida para un funeral, apoyado sobre el volante de su auto negro que se traga el cemento de una carretera bordada de campos de choclo. El look excéntrico de Tom, con su pelo largo decolorado, contrasta desde el principio con la casa a la decoración antigua donde va a parar. La casa de la madre y del hermano de su novio fallecido. El publicista urbano que es Tom va a descubrir una vida de campo angustiante en la cual no podrá revelar cuales eran sus reales vínculos con el difunto. 

Descubrimos una madre ingenua, conservadora, estancada en una vida que parece desbordarla, que se tranquiliza al saber que su hijo querido era un amante bien macho en esta escena irrealista en la cual Tom le inventa una vida sexual hetero a su novio. Descubrimos un hermano, Francis, estereotipo del macho, homofóbico, violento, frustrado. Descubrimos la vida del campo, lejos de los clichés románticos y bucólicos, con el barro, la sangre, los animales muertos. 

La inteligencia de Tom à la ferme reside en la alternación entre escenas absurdas casi cómicas como el tango que bailan Tom y Francis en una granja y escenas que parecen sacadas de películas de terror como la carrera de Tom a través de los campos de choclo para escapar al violento Francis. La frustración y la tensión siempre planean. Pero la angustia del espectador culmina cuando descubre que Tom finalmente acepta su secuestro, como una victima del síndrome de Estocolmo