De Zach Braff. Con Zach Braff, Natalie Portman, Peter Sarsgaard. Estados Unidos. 2004.
Garden
State tiene todos los ingredientes de una buena película independiente
estadounidense. Una linda historia de amor, una banda sonora llena de pequeñas perlas
de la música under de Estados Unidos, y unos de esos personajes locos porque son
libres, porque no les importa nada, porque son diferentes, esos personajes que
admiramos por su espontaneidad. Sam es uno de esos. Encarnada de manera brillante
por una Natalie Portman que parece de diez años menos, seduce por su locura
tierna, su ingenuidad, su carácter de mentirosa que admite haber mentido a las
dos horas porque no se lo aguanta.
Braff hace un retrato cruel pero
siempre razonable de la vida de estos pueblos donde no pasa mucho, donde la
juventud toma y se droga y espera a que se les pase la vida, que tengan plata o
no. Garden State plantea el vínculo
que tenemos con nuestro hogar de niño, como lo huimos o al contrario, como se nos
hace imposible dejarlo.
Lo que sublima la película es su humor, discreto,
suave, escondido en unos planos sin que sea necesario comentarlos. Si bien la
filosofía de la película está expresada a través de diálogos un poco tibios
entre los dos protagonistas, el humor, el, se encuentra mayormente en la imagen
y es lo que hace Garden State tan
deliciosa. Sonreímos del principio al final.
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