Marjane tiene unos 10 años cuando
surge la revolución islámica de 1979 y su carácter rebelde, sus ganas de libertad y su gusto de
la música rock no le hacen fácil la integración en esta nueva sociedad
conservadora. Rodeada de una familia progresista, crece en un ámbito politizado
que pronto se desilusionará de la revolución.
Persépolis mezcla de forma muy inteligente
la situación política, social y bélica de Irán con el pasaje de la infancia a
la adultez de Marjane como si fueran dos personajes antinómicos, Marjane creciendo
y queriendo ejercer cada vez más su libertad, e Irán retrocediendo y limitando
cada vez más las libertades. Marjane también vivirá unos años en Austria y es muy interesante la forma de describir el exilio concomitante a la adolescencia de la joven iraní.
Que la película y la historia sean tan personales
le da otro tono porque contiene el resentido de Marjane en cada situación, sus
diálogos con Dios, su interpelación por dos religiosas radicales que casi la
hacen desaparecer bajo los pliegues de su velo integral.
Para mí, lo que
sublima Persépolis del todo, es la música, usada como si fuese la consciencia
de Marjane, nos subraya la ironía, la angustia, la ternura y el miedo de la
joven iraní y ritma con mucha inteligencia este destino tan brillante
desarrollado en una atmosfera muy oscura.
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